Quien no ha padecido alguna vez de un espasmo que nos
paraliza y retuerce de dolor por unos minutos que nos parecen los más largos de nuestra
vida. Casi todos los deportistas independientemente de la intensidad y nivel de
práctica han sufrido alguna vez un calambre, esa contracción involuntaria de un
músculo o de un grupo de ellos cuya afección va acompañada de dolor e
inmovilidad funcional de la parte afectada.
Tenemos aproximadamente unos 505 músculos en el cuerpo y
todos son susceptibles de sufrir un calambre, pero la realidad nos indica que
algunos de ellos jamás lo notarán y en cambio otros se harán reiterativos y
repetitivos, sobre todo los que se sitúan en las extremidades inferiores y
cuando hablamos de gemelos o bícep femoral seguro que a muchos os suena muy familiar.
Los calambres en los deportistas suelen suceder luego de un
sobreesfuerzo , pero también pueden aparecer como fruto de una técnica
deficiente o incluso de un precalentamiento insuficiente, pero si hay un motivo
predominante es el derivado de la deshidratación. La sudoración nos vacía de sales y minerales y si durante el
esfuerzo no vamos rellenando los depósitos, una de las consecuencias más
habituales es que nos sobrevenga un calambre, lo cual no sólo nos paraliza de
inmediato sino que produce roturas de fibras musculares, es decir que deriva en una contractura que pueden traernos consecuencias más graves como persistencia del
dolor en la zona, inhabilitándonos de un entrenamiento pautado o mermando nuestra
capacidad de preparación futura.
Es por esto que tradicionalmente se achaca a la aparición de
estos espasmos a una deficiencia de sal en los fluidos que rodean los tejidos
musculares.
Si luego de un calambre notamos un cierto hormigueo en la
zona hay que vigilar muy detenidamente.
La frecuencia y/o duración del
mismo podría venir derivado de alguna otra patología de origen vascular o
neurológica.
Pero sobre todo no confundir síntomas porque al fin y al
cabo un calambre son lesiones musculares resultantes de una fatiga muscular
intensa.
Para prevenir, en la medida de lo posible, lo primero es
mantener una rutina adecuada a nuestras posibilidades, con los estiramientos y
precalentamientos oportunos antes de cada ejercicio, complementado con una
dieta equilibrada de proteínas, sales, vitaminas y agua en abundancia y
hidratación constante durante el ejercicio.
Comer plátano (aporte de potasio) para prevenir no está mal, pero no lo es todo
y si alguna vez viste o te contaron que los pincharon con agujas finas tipo las
de acupuntor para relajar el músculo también es una técnica, se resetea el
músculo pero está sólo al alcance de profesionales en la materia.
Pueden ser susceptibles de estos dolorosos espasmos
musculares (calambres) personas con
trastornos menstruales o si estamos atravesando cuadros gripales y en casos más
delicados como anemia, hipotiroidismo o artritis.
Por cierto, no confundir calambres con agujetas, éstas son
los dolores que nos aparecen normalmente 24 a 48 horas posteriores a la práctica de alguna actividad sobre esforzada.
La manera de aliviar ese dolor es tratar de repetir el movimiento que lo
produjo pero a menor intensidad y velocidad y evidentemente sin carga, así como
la aplicación de hielo (no directamente) en la zona afectada durante 10 a 15
minutos aproximadamente. Y por supuesto que no tiene nada que ver con un
calambre.
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