El motivo de la aparición de callosidades en nuestros pies
puede ser diverso. El más frecuente es por el roce continuo del calzado o del calcetín. Pero también hay otro causante
muy habitual, sobre todo en los deportistas y es el derivado por una mala mecánica de la pisada.
Los callos, que no dejan de ser un mecanismo de defensa de
nuestros pies, se presentan como un endurecimiento y engrosamiento de la piel,
pueden presentar una cierta escamosidad y
sequedad en la zona, y sobre todo producen una molestia muy evidente al pisar.
Por suerte, no es una afección grave, pero puede condicionar la práctica e
intensidad de algunos deportes.
En el caso de producirse por rozamiento la solución es
bastante evidente, elegir el calzado adecuado en cuanto a talla y tipo y los
calcetines del material que mejor toleren nuestros pies. La experiencia y el
probar distintos tipos nos dará una idea más acertada de la marca que mejor resultado nos ofrece.
Si el problema viene derivado por la mecánica de la pisada,
aquí los factores correctivos pasan por otros determinantes.
Partimos de la base de que el apoyo y el equilibrio - desequilibrio
en la pisada va a derivar en la posible
aparición de los temidos callos. Es por esto que los de pisada pronadora son
proclives a sufrir callosidades en los
extremos de los pies por la parte interior y los de pisada supinadora sufrirán por el lado exterior del pie.
La prevención se concreta con una correcta exploración y un
análisis exhaustivo de la biomecánica de la pisada y dan como solución las
correcciones adecuadas en forma de plantillas individualizadas que se adaptan a
la rutina del corredor.
Debemos tener muy claras las diferencias entre un callo y una dureza,
el primero es pequeño y crece hacia el interior, adquiriendo la forma típica de tachuela, mientras que una dureza es
más grande, crece a lo ancho y normalmente toma un color amarillento con cierta
forma de almohadilla.
Si somos de los que padecemos de estos molestos “compañeros”
una visita frecuente al podólogo hará
que nos someta a un tratamiento de limado con piedra pómez, lima o raspa callos
y en algunos casos a la rebaja mediante un corta callos. Otra opción es el
tratamiento con soluciones químicas como el ácido salicílico en diferentes
formatos, apósitos, bolígrafos etc. pero
siempre con la vigilancia de un especialista.
Hacemos especial mención a la importancia de la visita a un
profesional especializado y a huir de
los tratamientos caseros que proliferan por la red. Sobre todo teniendo en
cuenta que si los callos son consecuencia de una diabetes podemos tener
consecuencias no deseadas y peligrosas si no se las trata correctamente.